Por Pegaso
Andaba yo volando allá, entre cúmulos y nimbus, tratando de escudriñar los posibles escenarios futuros de nuestro país con un mandatario cerrado, intransigente e intolerante al frente del Gobierno Federal, y créanme, el panorama se ve algo oscurito.
Puede el Pejidente ser la persona mejor intencionada del mundo, pero si es más terco que una mula y sólo quiere que se haga su voluntad, ya empezamos mal.
Para iniciar, esto es una democracia, o al menos, es lo que creemos que es.
Y en una democracia hay disentimientos y debates sobre los temas que interesan a todos.
Por eso mismo, en la naciente Administración Federal, el encontronazo con la prensa crea un amargo antecedente.
Primero arremetió contra MIlenio y ahora, contra Proceso, dos de los medios de comunicación más emblemáticos del México actual.
Proceso, cuando estaba el viejo Scherer al frente, fue el ariete de AMLO durante 18 años en la búsqueda del poder.
Cuando éste falleció, lo sucedió la siguiente generación de perdiodistas, a cuyo frente está el actual Director, Rafael Rodríguez Castañeda.
No quiero entrar en muchos detalles, pero López Obrador pidió, más bien exigió, que Proceso y otras publicaciones se porten bien, que hablen bien de su Gobierno y sean solidarios con la transformación del país.
O sea, quiere que se conviertan en medios militantes y se acabe la prensa independiente, cosa que nunca va a ocurrir, a menos, claro está, que se les calle con el uso de la fuerza, o a billetazos.
La Wikipedia define así a Proceso: «Es un semanario de opinión y análisis político y social mexicano de ideología izquierdista, fundado el 6 de noviembre de 1976 por Julio Scherer García, Miguel Ángel Granados Chapa, Vicente Leñero y Armando Ponce, entre otros».
Por décadas vimos a Proceso, precisamente, como un medio de comunicación militante, es decir, a favor de la izquierda, y en especial, de Andrés Manuel López Obrador.
Cambian los tiempos y cambian las personas. Ahora Proceso se ha colocado más hacia el lado de la derecha, porque su esencia es la lucha contra el poder, que le ha dado tan buenos dividendos a lo largo de su historia.
Rodríguez Castañeda y el nuevo equipo de la revista no son lo mismo que Julio Scherer y la momiza que lo acompañaba en la dirección editorial, como tampoco son lo mismo López Obrador que sus hijos.
El Pejidente puede ser lo más austero del mundo, comer en puestos de garnachas y echarse un chesco para matar el hambre y la sed, pero sus retoños viven la vida loca, con automóviles exclusivos que cuestan millones de dólares, asistiendo a los mejores antros y centros vacacionales de superlujo.
No es criticar por criticar. Hay cosas rescatables en este incipiente Gobierno, pero lo que da un mal tufo es la necedad de AMLO de creer que sólo él tiene la razón y que los demás son monigotes que tienen que apoyar sus ideas transformadoras o hacerse a un lado, sin estorbar.
Tan evidente resulta su visceral forma de actuar, que incluso el ideólogo de la izquierda, Porfirio Muñoz Ledo ha tenido críticas hacia él.
Por eso, aquí los dejo con el refrán estilo Pegaso que a la letra dice: «En la nación de invidentes, el individuo con afectación en uno de sus órganos visuales es el monarca». (En el país de ciegos, el tuerto es el rey).