AL VUELO/ Pareidolia 

Por Pegaso 

Veía yo una noticia sobre la aparición de un rostro en un cerro cercano a la comunidad de Santa Rosalía, Baja California Sur, después de las torrenciales lluvias que trajeron los últimos huracanes. 

Al ver la noticia en la televisión y en los periódicos, los más religiosos creyeron ver el rostro de Cristo, con todo y corona de espinas, otros vieron a El Chavo del Ocho, con su gorra de orejeras y otros más al Pejidente ALMO, con sus ojeras y patas de gallo. 

Yo me río y me carcajio de cómo es la gente de incauta, que hasta ellos mismos se engañan. 

Un fenómeno muy conocido por los estudiosos lleva el nombre depareidolia. 

Pareidolia es la capacidad que tenemos de ver figuras o rostros reconocibles en patrones aleatorios que pueden ser objetos, sombras o luces. 

La más famosa de esas ilusiones es el llamado Rostro Marciano, una formación montañosa en Marte que algunos quieren creer que es una escultura del rostro de alguna raza inteligente que habita o habitó ese planeta.  

Hace muchos años, aquí, en Reynosa, me tocó cubrir en varias ocasiones la “aparición” de la Virgen de Guadalupe. 

Uno de esos “milagros” ocurrió en el canal Rodhe, a la altura de la entrada a la colonia El Olmo.  

Se acababa de construir el revestimiento de concreto y, por azares del destino, el agua que escurría formó una figura ovalada. 

Las buenas gentes de los alrededores vieron en esa mancha la figura de la guadalupana, e inmediatamente construyeron una pequeña capilla, donde llevaban flores y hasta acudían a rezar de manera fervorosa. 

Con el paso del tiempo, la figura se borró, pero quedó la capillita, misma que todavía se puede ver junto al puente peatonal que comunica El Olmo con la colonia López Mateos. 

En la Juárez, unos chamacos traviesos marcaron con una navaja la corteza de un árbol. Con el tiempo, el árbol creció y la corteza tomó una forma ovalada.  

Al igual que ocurrió en El Olmo, pronto la gente empezó a concurrir para ser testigos del milagro. La casa donde se hallaba el árbol se convirtió en santuario por un tiempo, hasta que los feligreses empezaron a retirarse porque vieron que la efigie no les hacía milagro alguno. 

Ver el rostro de Cristo en las nubes, o la virgen en una roca o mancha, se ha vuelto de lo más común. 

En cierta ocasión el Dr. Patricio Mora Domínguez, promotor de las peregrinaciones de la Virgen de la Candelaria, me trajo unas fotografías donde se veía una luz que salía de unas nubes y que por efecto de la refracción, parecía dibujar una cruz. 

Yo vi las fotografías y, efectivamente, hacían una especie de cruz, pero nunca lo atribuía a una manifestación divina. 

El fenómeno de la pareidolia es más común de lo que muchos creen. Basta ver un enchufe en la pared de nuestra casa para poder apreciar, con un poco de esfuerzo, una pequeña cara sonriente. 

La fachada de una casa con grandes ventanas frontales y la puerta, parece la de alguien con los ojos muy abiertos. Y como esos, hay millones de ejemplos. 

Pero alguien podría decir: Hay casos en que aparecen misteriosamente caras o figuras muy claras, como en el caso de las Caras de Bélmez. 

Estas aparecieron en el suelo de la cocina de doña María Gómez Cámara, en un poblado llamado Bélmez, provincia de España. 

Todo mundo quedó convencido que tenía poderes extransensoriales, especialmente uno llamado “teleplastia”, o capacidad de plasmar pensamientos en imágenes. 

Hubo más de mil de ellas, así que el caso se hizo muy famoso. 

Después de investigaciones serias, se llegó a la conclusión de que uno de sus hijos las había pintado con sales de nitratos y cloruro de plata, mismas que se utilizaban en la fotografía análoga para el revelado. 

Así que, solo aquellos que quieren creer o que les gusta engañarse a sí mismos, piensan que una figura en las nubes o una mancha en la pared son manifestaciones divinas. 

Nota de la Redacción: Si quiere saber más de los temas tratados en este opúsculo, dé clic en las palabras de color (hipervínculos). 

Viene el refrán estilo Pegaso: “Mi persona, de manera similar a Santo Tomás, hasta no percibir con los órganos de la visión, no dar credibilidad”. (Yo, como Santo Tomás, hasta no ver, no creer). 

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